El Hekla es un estratovolcán situado al sur de Islandia, con una altura de 1.491 metros, siendo el más activo de la isla. Desde el año 874 se han sucedido 20 erupciones. en la Edad Media se consideraba que el Hekla era una de las puertas al infierno y se le llamaba "la prisión de Judas".
El Hekla forma parte de una cadena volcánica de 40 kilómetros de largo. Sin embargo, la zona más activa de esta cadena, una fisura de 5'5 km de tamaño conocida como Heklugjá, es lo que se considera el volcán Hekla propiamente dicho.
Al comienzo de su erupción en marzo de 1.947 la columna de fuego y cenizas ascendió a 30.000 metros y hubo nuevas erupciones en mayo de 1.970, enero de 1.991 y febrero de 2.000.
Martes, 9 de agosto de 2011.
Sergio, Pablo, Julia y yo, comenzamos ese día una nueva travesía por tierras islandesas.
Ya muy temprano habíamos hecho un paseo por una de las lenguas del glaciar Vatnajökull, la llamada Svínafellsjökull. Más tarde otro paseo, esta vez un poco más largo, desde las afueras de Skaftafell. Unas pobladas y jóvenes arboledas cruzadas por unos senderos muy bien señalizados nos conducían hasta Svartifoss, un maravilloso y espectacular salto de agua dentro de un cañón de columnas basálticas.
Después tomamos la carretera nacional 1, para desviarnos por la cta. 26, cogiendo a continuación una pista que nos llevaría hasta nuestro destino principal ese día; el Hekla.
Subiendo por la vía con el 4x4, nuestro vehículo dejaba una polvorienta estela inequívoca de nuestro paso, por unas curvas imposibles, enormes baches y badenes de difícil visibilidad.
Llegamos hasta los aparcamientos (más tarde nos dimos cuenta que la pista aún continuaba hasta otra zona para dejar el coche, reduciendo la distancia a la cumbre en algunos kilómetros).
Desde este punto, algo más alejado, comenzamos nuestra caminata habiendo llenado nuestras mochilas con lo indispensable, entre lo que no faltaba provisión de agua y cámaras de fotos. Al principio, el sendero estaba muy bien señalizado, subiendo unas veces por zonas de cómoda tierra compacta y otras por auténticos toboganes de polvo negro, en los que de cada tres pasos retrocedías uno. De pronto, a la mitad del trayecto, dejó de haber ningún tipo de referencia, por lo que, aprovechando que una pareja descendía, preguntamos cual era el recorrido a seguir. Nos dijeron que teníamos que atravesar una enorme lengua de pumita (piedra pómez) que quedaba a nuestra derecha y que aún quedaba una hora y media hasta la cima. Nos quedamos estupefactos, aquello era impresionante. Las rocas tenían unas dimensiones descomunales y unas formas y unos picos que, pensamos, podría ser arriesgado atravesar. Habíamos llegado hasta allí y no íbamos a echarnos atrás. Con muchísimo cuidado fuimos caminando por esas piedras, dando la sensación de estar pisando pan tostado o porcelana que se rompía con nuestro peso. Llegamos al otro lado y comenzamos el sendero sin ningún tipo de indicación, tan sólo la de nuestro sentido de la orientación. Cruzamos por alfombras de lava azabache, tremendas placas de hielo, calderas con grietas de profundidad sospechosa y pasillos de rocas monstruosas hasta, por fin, llegar a la cima (yo creo que todo ello duró mucho más de lo que nos habían dicho). Estábamos exhaustos, habían sido 17,5 kms., el día había tenido ya dos recorridos anteriores y aún quedaba el retorno, pero nos sentíamos absolutamente felices, teníamos un maravilloso balcón donde observar el espectacular entorno y habíamos subido al pico del volcán Hekla. Iniciamos el descenso también guiándonos por nuestra intuición hasta llegar a las zonas señalizadas. Desde allí, ya más tranquilos, accedimos a la zona de aparcamiento. Un día muy especial de superación personal para nosotros.
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